Hablar de fracaso hoy en día suena como algo casi subversivo. Vivimos rodeados de biografías editadas, historias recortadas al gusto del triunfo, donde los errores apenas aparecen como notas al pie. Pero la verdad es más cruda y más bella: nadie llega lejos sin tropezar muchas veces. Fracasar no es desviarse del camino, es parte del mapa. Y aprender a convivir con el fracaso, incluso a dialogar con él cada día, es uno de los mayores actos de madurez personal y emocional. ¿Por qué el fracaso es parte esencial del éxito? Fracasar no es caer en el abismo: es encontrar una nueva forma de subir. Aunque parezca contraintuitivo, el fracaso es una brújula disfrazada de tormenta. Nos zarandea, sí, pero también nos orienta. Hay quienes se rompen al chocar con él, y hay quienes se reacomodan como el bambú: se doblan, pero no se quiebran. Detrás de cada logro verdadero hay una constelación de derrotas olvidadas. Edison no descubrió la bombilla en un instante de genialidad, sino en una coreograf...