Al principio, pedir retroalimentación es como lanzarse al mar sin saber si uno flota. Incómodo, sí. Pero también necesario. Porque quien no pide feedback, corre el riesgo de quedarse atrapado en la peor trampa profesional y personal: creer que lo está haciendo bien… solo porque nadie le ha dicho lo contrario. Crear el hábito de solicitar, escuchar y aplicar la retroalimentación no es solo una habilidad: es una estrategia de crecimiento inteligente. Este texto no busca convencerte de su importancia —eso ya lo sabes—, sino enseñarte a volverla parte de tu rutina, sin que parezca un suplicio ni una amenaza constante al ego. ¿Por qué es vital recibir retroalimentación? Porque sin ella caminamos a ciegas. El feedback revela lo que los espejos del día a día no muestran: gestos malinterpretados, ideas que no calan, comportamientos que erosionan la confianza sin que lo notemos. En lo profesional, la retroalimentación oportuna incrementa el rendimiento, mejora la comunicación y acelera el ...